Proteger la piel de las radiaciones solares

Necesario para la vida, y beneficioso para muchos aspectos del organismo (desde para la fijación del calcio en los huesos a la hipertensión, pasando por el estado de ánimo), el sol es, al mismo tiempo, uno de los mayores enemigos de la piel, y el responsable de gran parte del envejecimiento cutáneo. Por eso, todos los expertos recomiendan protegerse de sus radiaciones nocivas (UVA, UVB, infrarrojos) durante todo el año.

Existen dos tipos de radiaciones ultravioleta que llegan a la superficie terrestre y actúan sobre la piel, las A (UVA), y las B (UVB). Las radiaciones UVA penetran profundamente en la piel, y son responsables de la pigmentación inmediata, así como de la aparición de alergias solares, reacciones fototóxicas y del fotoenvejecimiento de la piel. Las UVB, por su parte, son radiaciones de mayor energía, pero tienen menor poder de penetración en la piel. Son las responsables de la aparición de eritemas (quemaduras solares), y desencadenan el proceso del bronceado; y a largo plazo son absorbidas por el ADN, y causan alteraciones en el genoma. Por su parte, los rayos infrarrojos producen un efecto calórico (calientan los tejidos), y potencian los efectos negativos de las radiaciones UVA y UVB.

La exposición al sol puede desencadenar todo tipo de efectos negativos: quemaduras, insolaciones, fotoenvejecimiento, aparición de manchas cutáneas, desarrollo de alergias solares y reacciones fototóxicas, alteraciones del sistema inmunitario, lesiones oculares y, en última instancia, cáncer de piel. Para estar protegido frente a los peligros que entraña el sol sólo hay una regla de oro: fotoprotección durante todo el año, y desarrollo de una actitud responsable frente a la exposición solar. Esto no quiere decir que debamos caer en el “miedo al sol” o “tanofobia”, ya que el sol es necesario para que el organismo funcione correctamente. De hecho, está comprobado que es necesario que el cuerpo se exponga a la luz solar, un mínimo de cinco o diez minutos durante una o dos veces por semana, para mantener unos niveles correctos de vitamina D. Esto supone tener en cuenta varios factores que generalmente se dan por hechos. En primer lugar, el sol no sólo nos afecta en los meses de verano: más del 60% de la población no es consciente del riesgo de los rayos solares en invierno. De hecho, la intencionalidad de tomar o no el sol condiciona nuestra percepción del riesgo, así como los hábitos de protección en cada situación. Pero más del 80% de la radiación solar que recibe nuestra piel tiene lugar en épocas de no-verano, por eso es tan importante protegerse durante todo el año.

Por norma general, se asocia la protección solar únicamente con el uso de productos (cremas, geles, sprays) fotoprotectores, lo que resulta insuficiente. De hecho, y según un estudio de la revista Pediatrics, el 39% de las personas que utiliza fotoprotectores sufre quemaduras. Una fotoprotección correcta debería tener en cuenta tres aspectos: el primero, el uso de fotoprotectores. El segundo, la adopción de hábitos saludables, evitando la exposición solar durante las horas centrales del día, y teniendo en cuenta que el sol traspasa los tejidos y se refleja en el agua, en la nieve y en la arena. Y, por último, con el uso de ropa adecuada.

El índice de fotoprotección (IPS) o factor de protección solar (FPS, SPF) indica el tiempo que podemos exponernos al sol sin riesgo de quemaduras. ¿Qué significa que un producto tenga un índice de protección 20? Muy sencillo: que una persona tardaría 20 veces más tiempo en ponerse roja al sol que si no llevara protección. Es importante saber que la diferencia entre los índices de protección a partir de 15 es mínima: un índice de protección 30 bloquea el 96,7% de las radiaciones, mientras que un índice 50, bloquea el 98%.

La Agrupación Europea de Fabricantes de Productos de Cosmética y Perfumería (COLIPA) estableció en 1997 la siguiente clasificación de los índices de protección solar, de modo que un FPS 30 signifique lo mismo en cualquier país europeo y marca:

  • Baja: de 2 a 6
  • Media: de 8 a 12
  • Alta: de 15 a 25
  • Muy alta: de 25 a 50
  • Ultra: 50+

El uso correcto de los fotoprotectores

  • Elige un producto adecuado para cada tipo de piel y zona del cuerpo, así como para cada fototipo, edad y circunstancias de exposición.
  • Aplica el producto de forma generosa: lo ideal sería 2mg por centímetro cuadrado de piel, (es decir, en una capa espesa), y uniformemente, sobre la piel seca y al menos veinte minutos antes de la exposición.
  • Renovar la aplicación cada dos horas y después de cada baño.
  • Utilizar una protección más alta en las primeras exposiciones.
  • Extremar las precauciones en las partes del cuerpo más sensibles y expuestas al sol: rostro, cuello, hombros, escote, orejas, manos y empeines de los pies. La protección del cabello y los labios requiere productos específicos.
  • Nunca utilizar protectores solares que lleven abiertos desde el año anterior, o que hayan estado expuestos a la luz del sol, ya que pueden haber perdido sus propiedades.
  • Además de utilizar un producto cosmético, proteger los ojos con gafas de sol que absorban el 100% de las radiaciones UV, y utilizar un sombrero de ala ancha, así como ropa adecuada.

Otros factores a tener en cuenta

  • Hora del día: la intensidad de la radiación solar es mayor entre las 12 y las 18 horas.
  • Altitud: el riesgo de quemaduras se incrementa con la altura, cada 300m aumenta en un 4% el poder eritemático de las radiaciones ultravioletas.
  • Lugar geográfico: cerca del Ecuador la radiación solar es más intensa, ya que incide sobre la tierra verticalmente.
  • Estación del año: en verano, la radiación solar llega a la tierra con toda su energía.
  • Agua, nieve, arena: la nieve (80%), la arena (25%) y el agua o la hierba (10%) reflejan las radiaciones haciendo que se sumen sus efectos al incidir directamente sobre la piel, por lo que hay que utilizar fotoprotectores más altos y medidas complementarias.
  • Las radiaciones solares, sobre todo las ultravioletas, resultan sumamente dañinas para los tejidos oculares, y pueden provocar cataratas, lesiones de córnea y retina, así como de la conjuntiva o incluso el cristalino. Por eso es tan importante utilizar unas gafas de sol adecuadas que ejerzan de filtro protector, capaces de absorber tanto la luz azul como la ltravioleta, y cuyo límite de absorción de la luz que nos permite ver no rebase el necesario para obtener una buena visibilidad. Unas buenas gafas de sol son aquellas que cumplan la función de proteger sin distorsionar la imagen, compradas en una óptica, y que estén homologadas.

Tratamientos para protegerse del sol

- A nivel cosmético: fotoprotectores tópicos (cremas, lociones, aceites, geles)

- A nivel nutricosmético: fotoprotectores orales, complementarios a los tópicos

- A nivel médico estético:
Peeling (DNA Peel)

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